Familia

Mercedes Maria Ignes, insigne maestra y catequista de la Iglesia del Prado de Maria, nieta del General Ignes que lucho en la Independencia de Venezuela junto a Bolivar, madrina de mi mamá Nora Cedeño y tutora espiritual de la familia, cariñosamente llamada "Mimia".


 
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EDUARDO CEDEÑO.
El tenor de la casa siempre fue mi hermano Eduardo, un año menor que yo, nació en 1953. En cuanto al canto, era un niño prodigio. A los cuatro años, cantaba en perfecto italiano, de memoria y sin equivocarse, las arias: “Vesti la Guibba”, de la ópera “Payasos” de Leoncavallo; “Recóndita Armonía” y “E Lucevan le stelle”, de “Tosca”. Adonde íbamos, Eduardito tenía que cantar.

A Eduardo le enseñó a cantar mi papá. Eduardo comenzó a estudiar violín y demás materias musicales junto conmigo, en la Escuela de Música Juan Manuel Olivares. Por muchos años cantó en la Schola Cantorum de Caracas y formó parte del legendario grupo que, en 1974, ganó el Premio Guido D’Arezzo. Tácitamente, la sangre estadounidense de la familia hizo que él terminara residenciándose en Indianápolis y allí recibió la Licenciatura y Master en Música, en la Universidad de Buttler, en Indianápolis. Ejerce como violinista y cantante de ópera. Por una corta estadía regresó a Venezuela como Director de la Orquesta Nacional Juvenil de Mérida; luego regresó a EE. UU., para asumir como Director de la Orquesta Sinfónica de Cornelius, de Carolina del Norte y de Cannon. Eduardo canta el repertorio operístico y de oratorios de los grandes tenores en múltiples teatros de los Estados Unidos de Norteamérica y algunas ciudades de Europa. Eduardo vive en una linda casa con mi Papa Ruben en Carolina del Norte. Eduardo nos gano a todos siendo el primer abuelo de los Cedeño-Vásquez. Su hijo Devon que vive en Indianápolis le ha dado dos nietecitos preciosos.

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ALGUNOS CEDEÑO
 Por Rubén Cedeño
 Buenos Aires
21 de Mayo del 2012

Me gustaría poder escribir abundantemente sobre “Los Cedeño”, la familia en la que me tocó nacer por parte de padre, pero carezco de información para hacerlo y estos pocos apuntes incompletos los escribo a petición de algunos Cedeño que me lo han solicitado. Solo expondré aquí escasos datos de muy pocos miembros de esta familia, apenas los más cercanos que se han destacado en el arte.


MI ABUELO LEONCIO CEDEÑO

Mi abuelo Leoncio Cedeño contrajo primeras nupcias con Belén Herrá, en Caracas, en 1915. De este matrimonio nacieron Isabel, Rafael, Carmen Amalia y Rubén Cedeño. Mi padre y mi tía Isabel fueron los únicos que llegaron a edad adulta. Mi abuelo Leoncio, como artista plástico, pintó e hizo significativas restauraciones en importantes iglesias de Caracas; entre estas obras se cuentan el “Santo Cristo de la Humildad y Paciencia”, en el retablo barroco del altar mayor del siglo XVIII, de la “Capilla de las Llagas”, que se encuentra en la legendaria iglesia de “San Francisco”, en Caracas, donde a Simón Bolívar se le concedió el título de “El Libertador”.

Leoncio era sumamente conocido en Venezuela como cantante de óperas y zarzuelas. Mi abuelo Leoncio tenía un hermano llamado Andrés, también aplicado al arte, con quien pintaba y restauraba iglesias. Era tanto el arte que desplegaban que, en una época, cuando estaban solteros, viviendo en una casa alquilada, habían pintado todas las paredes de arriba a  abajo con frescos renacentistas y barrocos, como si fuese una pequeña Capilla Sixtina. Un día, el dueño fue a cobrarles la mensualidad, que era muy módica, y al ver semejante portento de casa, les pidió que la desocuparan de inmediato, con la ambición de poder alquilarla mucho más cara debido al valor artístico que atesoraba. Leoncio y Andrés, percatándose del aprovechamiento indebido que este usurero quería hacer de ellos, sí, le desocuparon la casa, pero se la entregaron pintada de blanco de arriba abajo, como la habían recibido. 

Leoncio salió de gira hacia Puerto Rico en el vapor “Horacio”, con la Compañía de Zarzuelas Saavedra en marzo de 1927. En el barco donde viajaba entabló una relación sentimental con Lola Gabidia; al llegar a New York, contrajo segundas nupcias con ella, se estableció hasta su muerte en esta ciudad y generó una extensa familia estadounidense que hoy en día está expandida por decenas de estados de la Unión. Entre sus hijos estadounidenses se cuentan mis tíos Lina, Linda, Rubén y Leo.

Durante sus primeros días en New York, Leoncio hacía réplicas de grandes cuadros sobre platos y tazas que vendía con gran éxito, como “buhonero distinguido”, en Coney Island, concurrido y famoso parque de diversiones de aparatos mecánicos.

Leoncio pintó la Iglesia de la Virgen de Guadalupe de New York y restauró los frescos del Hotel Waldorff Astoria, que por cierto, era donde solía hospedarse durante grandes temporadas Conny Méndez cuando vivía en esta ciudad.

Leoncio Cedeño volvió a Caracas en 1951 al matrimonio de mi papá Rubén con mi mamá Nora, y se hospedó en el Hotel Majestic. Este regreso causó sensación en los círculos plásticos y líricos de la Caracas de entonces. Retornó a Caracas en el año 1960, por una larga temporada, donde lo conocí y quedé cautivado por su personalidad envolvente, gran elocuencia y hablar reposado, excelentísima dicción e insondable cultura. Al igual que su amigo, Manuel Cabré, se dedicó a pintar el Ávila, pinturas que se llevó a los Estados Unidos. En el año 1970, lo fui a visitar en New York. Para esa época, él era asiduo practicante de Zen Buddhismo y realizaba dificilísimas prácticas y ejercicios de Hatha Yoga, asunto que afianzaba más su personalidad apacible, sabia, reflexiva y digna. Afirmaba, que por la venas de los Cedeño corre sangre real. Que son originarios de Alicante, emparentados con el Rey Fernando VII, que teniendo una deuda con los ancestrales Cedeño, la pagó con tierras en América y así es como llegaron a Venezuela. Incluso, uno de ellos luchó en la Batalla de Carabobo, que le dio la Independencia a Venezuela, y su descendencia se estableció en las inmediaciones de donde se libró esta memorable batalla, donde todavía conviven algunos de sus descendientes.

Leoncio, a edad adulta, pasaba largas horas en el “Metropolitan Museum” de New York y en otros museos de la ciudad, y con un permiso especial, hacía réplicas de las pinturas de los grandes artistas de las historia del Arte

Como algo digno de mencionar, en cuanto a la personalidad de Leoncio, era un hombre de muy buen gusto y extrema elegancia para vestir, le encantaba usar el gris perla en trajes y sombreros, tenía un gran porte al andar. A pesar de los años viviendo en Norteamérica, nunca perdió su criollismo y acento venezolano. Cuando se enfadaba, en medio del idioma inglés, sacaba todo el repertorio de malas palabras venezolanas. Esto fue notorio hasta tal punto, que mis tíos y primos gringos, quienes no hablan castellano, saben y dicen todas las groserías venezolanas, sin acento estadounidense, como si provinieran de cualquier barrio caraqueño.

Leoncio Cedeño desencarnó en California en 1996, a los 104 años de edad, edad a la que llegó lúcido y con sus facultades artísticas y espirituales. Fue enterrado en el cementerio de El Segundo, dejando una hermosa estela de Bellas Artes, cultura y una familia artística.


GENERAL EMILIO ARÉVALO

Entre mis ancestros cuento con mi tío abuelo, el General Emilio Arévalo Cedeño, un personaje político muy renombrado para su época que llegó a ser presidente del Estado Guárico, lo que hoy en día sería un gobernador. Su oposición a sistemas dictatoriales de la Venezuela de entonces los llevaron a conspirar con el gobierno y, por un tiempo, vivir huyendo con el renombrado Maisanta. Mi tía Carmen, junto con una prima llamada María Castillo, cuando se encontraban en la casa de Sarria, en algún momento me mandaban a jugar para que no oyera la conversación, pero recuerdo a espiadillas que hablaban refiriéndose a él como “El Bandolero”.


MI TÍA ABUELA, CARMEN CEDEÑO

Mi abuelo Leoncio tenía una hermana llamada Carmen Cedeño; había que conocerla por lo particular que era. Vivía en una vieja casona de largo corredor y muchas habitaciones en Sarria. Durante mi niñez la visitaba frecuentemente, me encantaba ir allá muchísimo. Ella tenía un encanto y una manera muy particular de hablar el castellano, muy pausado y amanerado, con acotaciones culturales muy refinadas y oportunas en cada conversación; se aprendía mucho con ella. Además, hablando, siempre entonaba fragmentos de óperas o de zarzuelas, según la conversación lo ameritaba. Recuerdo que mientras conversaba, se iba enrollando el vestido sobre las piernas, dejándolas al descubierto, y me decían que era una costumbre de familia. Cuando visité a mi abuelo Leoncio, en New York, mientras conversaba conmigo, se fue enrollando ambas perneras del pantalón hasta dejar su piernas completamente desnudas.
Curiosamente, mi tía-abuela Carmen amamantó a mi mamá, Nora, que para la época ni conocía ni tenía nada que ver con los Cedeño. De allí que los descendientes de mi tía-abuela Carmen seamos doblemente primos. Mi tía Carmen era madre de dos cantantes, uno popular y torero, que era Charlie, y el otro académico y operático, que era Jorge Cedeño.


MI PRIMO CHARLIE CEDEÑO

Charlie Cedeño era un reconocido torero venezolano, pero se fue a vivir muy joven a los Estados Unidos apadrinado por mi abuelo Leoncio. Al llegar allá, se casó con una de mis tías gringas, hija de Leoncio, y de allí que sus hijas pasaron a ser triples primas nuestras. Carlos Cedeño fue veterano de la guerra de Corea y famoso cantante popular, con más de 250 conciertos en los mejores escenarios de New York, y con tres discos de oro.







JORGE CEDEÑO

El otro hijo de mi tía Carmen, Jorge Cedeño, era cantante académico. Fue uno de los tenores más famosos de Venezuela, conocido internacionalmente y galardonado en Siena con la “Gola de Caruso”. Jorge Cedeño heredó el talento de su tío, mi Abuelo Leoncio, y como tenor, hizo una triunfante carrera internacional, siendo sus más exitosas interpretaciones: “Tosca” e “Il Torvatore”, donde eran célebres sus repeticiones de las arias más famosas, asunto que no se acostumbra; llegó hasta repetir tres veces una misma aria. El gran director de óperas italiano Primo Casale, me contó que en “El Trovador”, cuando el tenor tiene que cantar tras el telón para dar la semblanza de lejanía, su voz era tan fuerte, que tenía que mandarlo al fondo del escenario y ponerlo a cantar de espaldas al público y, aun así, se lo oía demasiado. En Italia, ganó el primer premio del Gran Caruso, en Siena, convirtiéndose en un tenor de fama internacional, digno de mención por figuras como Pavarotti. 

Recuerdo, cuando fui a ver a mi primo Jorge Cedeño, en el Teatro Municipal, cantando “Tosca” con la soprano Flor García, dirigidos por Primo Casale. Fue la primera ópera que vi representada en un escenario; tendría unos siete años. Más adelante, durante el gobierno del Presidente Rafael Caldera, Jorge fue prefecto de Caracas, y luego, director de la Escuela de Música Padre Sojo, donde era muy querido por sus excelentes clases de foniatría. Tengo muy presente que una vez vocalizamos juntos y quedamos de acuerdo para hacer el dúo de tenor y barítono de la ópera “Don Carlo”, de Verdi, sueño que, lamentablemente, nunca se realizó.


MIS PADRES, RUBÉN Y NORA

Mi papá, Rubén, nació con una linda voz de tenor lírico. Vocalizó algunas veces y cantó toda su vida, pero después de una fatídica operación de amígdalas no volvió a cantar más. Se dedicó a ser Maestro de Panadería y, debido a ello, le escribí el cuento “Abad el Panadero”, publicado en el libro  “Cuentos de Rubén”. En 1951, mi papá se casó con mi mamá, Nora Belén Vásquez Toledo, nieta del famoso “Doctor Agüita”, el médico homeópata, de origen francés, César De La Ville, quien trajo la Medicina Homeopática a Venezuela. Mi mamá era hija de José Vásquez, hombre notoriamente culto, que fuera “Director de Radio Comunicaciones del Ministerio de Obras Públicas de Venezuela” (MOP), fotógrafo estudiado a nivel profesional, actor que debutó, en un teatro de la Caracas de entonces, en “La Tía de Carlos”. Nora fue una mujer de amplia cultura, purista del castellano, dedicó su vida al trabajo y servicio a la música coral y sinfónica en la “Fundación Schola Cantorum de Caracas”, con el cargo de “Secretaria Encargada del Archivo Histórico” de su famosa hemeroteca.

A los años, mi papá y mi mamá pasaron a ser representantes comerciales de las famosas pastas Milani, lo que les permitió vivir holgadamente y viajar por todo el mundo, conociendo los países más exóticos y lejanos, vivencias que mi mamá escribió en su libro “En un Rincón del Valle”, publicado por Editorial Porteña, en Argentina. En la casa, nunca hubo música popular, allí siempre se escuchó ópera y nada más; es que ni siquiera conciertos o sinfonías, solamente ópera. Mi papá, junto con sus sobrinos, pasaba las horas libres escuchando a todo volumen el tocadiscos, discutiendo acaloradamente sobre canto, ópera y, en especial, sobre tenores, donde los favoritos eran Gigli, Caruso, Hipólito Lázaro y, por supuesto, nuestro primo Jorge.


EDUARDO CEDEÑO

El tenor de la casa siempre fue mi hermano Eduardo, un año menor que yo. En cuanto al canto, era un niño prodigio. A los cuatro años, cantaba en perfecto italiano, de memoria y sin equivocarse, las arias: “Vesti la Guibba”, de la ópera “Payasos” de Leoncavallo; “Recóndita Armonía” y “E Lucevan le stelle”, de “Tosca”. Adonde íbamos, Eduardito tenía que cantar.

A Eduardo le enseñó a cantar mi papá. Eduardo comenzó a estudiar violín y demás materias musicales junto conmigo, en la Escuela de Música Juan Manuel Olivares. Por muchos años cantó en la Schola Cantorum de Caracas y formó parte del legendario grupo que, en 1974, ganó el Premio Guido D’Arezzo. Tácitamente, la sangre estadounidense de la familia hizo que él terminara residenciándose en Indianápolis y allí  recibió la Licenciatura y Master en Música, en la Universidad de Buttler, en Indianápolis. Ejerce como violinista y cantante de ópera. Por una corta estadía regresó a Venezuela como Director de la Orquesta Nacional Juvenil de Mérida; luego regresó a EE. UU., para asumir como Director de la Orquesta Sinfónica de Cornelius, de Carolina del Norte y de Cannon. También ha cantado el repertorio operístico y de oratorios de los grandes tenores en múltiples teatros de los Estados Unidos de Norteamérica y algunas ciudades de Europa.  


MI PRIMO EUGENIO MONTIJO

A mi primo Eugenio Montijo, hijo de Elba Hernández Cedeño, hija esta de mi querida tía Carmen, no tuve la fortuna de conocerlo. Fue un gran poeta y ensayista, fundador de la revista “Azar Rey” y co-fundador de la “Revista Poesía” de la Universidad de Carabobo, en Venezuela; investigador en el Centro de Estudios Latinoamericanos “Rómulo Gallegos”, de Caracas, y colaborador de una gran cantidad de revistas, tanto venezolanas como extranjeras. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura de Venezuela y el Premio Internacional Octavio Paz, de Poesía y Ensayo. También fue Profesor Universitario, Gerente Literario de la Editorial Monte Ávila, de Venezuela. Como diplomático, trabajó en la Embajada de Venezuela en Portugal. Fue uno de los más importantes y originales poetas de la última mitad del siglo XX.


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El Dr. Agüita Pionero de la Homeopatía en Venezuela
(Bisabuelo de Rubén Cedeño)

En tiempos de la República en 1885 Venezuela se organizaba para salir del caos, durante la época independentista, en la cual las condiciones sanitarias eran precarias, eran tiempos de epidemias y a veces, eran inútiles los esfuerzos de los médicos en aquellos momentos.

Cuando todo parecía imposible, sorpresivamente aparece un Doctor que proponía el uso de unas “misteriosas” pastillitas, que ayudaban a disolver las epidemias incurables de la época y otorgaban gran esperanza y una pronta recuperación a los enfermos.   Se trataba del Doctor Manuel Porras (1820-1868), que trajo la Medicina Homeopática a Venezuela,  él sirvió como médico y cirujano en el ejército del General José Antonio Páez.        

Al Dr. Agüita o Doctor Manuel Porras se le atribuye la iniciación de la homeopatía en Venezuela, él llegó a ser director del Hospital Militar de Caracas, Catedrático de la Facultad de Medicina de Caracas, e iniciador del Periodismo Pediátrico gracias a sus importantes escritos de casos clínicos y trabajos escritos publicados durante los años de 1830 e inclusive después que desencarnó siguieron publicando sus investigaciones por varios años, dichos escritos eran referentes a las enfermedades e higiene de los niños.    Fue uno de los médicos con mayor cantidad de trabajos científicos publicados en periódicos oficiales o privados.

  En Venezuela fue el Dr. Manuel Porras, hacia 1850, quien primero ejerció la Medicina Homeopática. El 8 de Julio de 1880, el Conde Fernando de La Ville inaugura en nuestro país la Primera Escuela Homeopática.   El 22 de Enero de 1881, por Decreto emanado del entonces Presidente de la República, Dr. Antonio Guzmán Blanco, se autorizó el ejercicio de la Medicina Homeopática en Venezuela. 

El 6 de Febrero del 2001, por Disposición del Presidente de la República, en Resolución publicada en Gaceta Oficial N° 37.135, el Ministerio de Salud y Desarrollo Social crea la Comisión Nacional de Terapias Complementarias, con carácter permanente, cuyo objetivo sería asesorar al Ministerio de Salud y Desarrollo Social en el análisis, revisión, elaboración de normas, implementación y evaluación en el área de las llamadas Terapias Complementarias, así como la regulación y vigilancia de la buena pro, la enseñanza y la investigación en ese campo. …  se describe el nuevo modelo de Atención Integral de Salud que incluye las Terapias Complementarias (Homeopatía, Acupuntura, Fitoterapia, Terapia Neural, Medicina Ayurvédica, Medicina Natural, Medicina Manual, etc) .   Por todo ello, y luego de tanto esfuerzo en validar la Homeopatía - hoy podemos decir, a viva voz:
¡En Venezuela se ejercen legalmente las Terapias Complementarias!

….“El tratamiento homeopático se realiza a través de la energía que aporta el medicamento:  “Un medicamento de acción homeopática es una forma de entrada o input a la compleja red vibracional del ser humano que llamamos aura, energía vital o bioplasma, y que debemos armonizar para restablecer la salud. No hay enfermedades, sino enfermos. Por eso decimos que la acción de la Homeopatía es holística o integral, es decir, el tratamiento vá dirigido no sólo al nivel físico, sino a lo psicológico y energético, y su interacción con lo social”.  En Venezuela existe tanto la Homeopatía Clásica, y la Homeopatía Electrónica en Venezuela (ya de carácter internacional)”…. 


 Por:  Lidia De Sousa
Bibliografia consultada: 
  • LITERATURA PEDIATRICA VENEZOLANA - Periodismo pediátrico - Producción bibliográfica por autores en publicaciones periódicas 1857-1888
  • http://www.medbioenergetica.com.ar



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Rubén Cedeño junto a sus padres Abad Rubén Cedeño Herrá y Nora Belen Vasquez de Cedeño